domingo, 9 de mayo de 2010

por eso

Por eso te presienten las mañanas, por eso
tu templo desafía la rigidez ambiente,
la pétrea liquidez del anunciado beso,
obrando catedrales precipitadamente.

Por eso de que marcas veintiún gramos de peso
y mides años luz y el tiempo te consiente,
sucede tu figura -¡oh, nítido suceso!-
con esa ubicuidad de piel sobresaliente.

Por eso el claro espacio de azul te condecora
y el elástico manto nocturno se comprime
hasta perder de vista la sombra que atesora.

Por eso de que abordas la mística sublime,
sin que la levedad del ser te desanime,
a título de fuego y en términos de aurora.

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