miércoles, 16 de mayo de 2012

radical


Mi alma camina de la mano de un ángel caído.
Yo camino a su espalda,
detrás del cacharro de dios,
saltándome grotesco,
y el dedo y los dedos tan largos,
         la garra que se aferra a mi muñeca
         como aferrando mi tobillo izquierdo.

Después, no tengo ojos,
voy tropezando, resbalando, cayendo,
ya me arrastro por el fango,
selecciono un montón de barro.

Mi alma está bebida,
drogada,
alucinando, alunizando en un escaparate
(y quiere que la lleve con correa,
una extensible, larga, para el perro,
pero yo me resisto y prefiero dejarla a su albedrío:
naufragando en la bañera de la casa,
poseída por un ser que no conozco,
escrita en lo mejor de la pared).

Es blanca, como un juego de damas.
¡Cuánto desprecia el rojo de la sangre caliente!
Ella tan fría, tan radical,
mi alma de escaparate con su túnica gris.





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