sábado, 22 de septiembre de 2012

el golpe


El poema ofrece resistencia soltando ráfagas de acentos electrónicos
—descerraja, raja, raja...―. Es un núcleo correcto.

El tipo de la perilla, el de los trajes arriesgados, trata de recomponerlo.
Pero éste le ha salido bien (por eso no le gusta tanto).

Trata de recomponerlo añadiendo
cosas que no tienen que ver, frases que vienen de visita,
trozos de pelambre, afamados adornos,
mala retórica.

El poema se muestra esférico, rebota, no es elástico,
ofrece una constitución muy plástica y compacta. Resiste.
El hombre que huele raro (es una colonia de quinientos euros),
que viste raro y con sandalias en verano,
comienza a teclear sandeces con un toque chic.
Agarra al bicho por la solapa del primer verso y lo zarandea.

El poema transformado en un balón de baloncesto.
Impenetrable, incalculable. Más aún, el poema transformado
en un horizonte de sucesos girando a la velocidad de la luz,
ocultando sus vergüenzas.

Ojo. Es elegante el tipo. Armado de impaciencia,
infiltra entre las líneas enemigas un virus de adjetivo que demuele
y se califica por sí mismo.

Digamos que la obra acusa el golpe. Se rebota.
Se remonta hasta El Génesis. Conserva su anarquía literal.

(¡Triple del bicho!)

Digamos que el poeta acusa el golpe.

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