martes, 28 de mayo de 2013

carterista


Algo más fuerte. Pero no en la verdad de la noche:
al amanecer.
Hebras de argentina propiedad y timbre ardido,
números enteros afortunados.

Amanecía igual que amaneció,
gratuitamente. La rubedo escanciaba sus trenzas de metal
sobre el prosaico rosáceo cristal del horizonte.

La horizontal rotó su inclinación pagana,
parió un bisonte en estampida, gordo como un lechón
de imberbe cornamenta.

La noche peligrosa dentada al-arma blanca
reconoció su alcoholismo y devolvió... una esfera...
-arcadas convulsivas, ¡basta!- delicada como un plafón
(que es otra palabra insana).

Algo más fuerte. Una copa de ron. Mosca y cerveza,
dobles parejas contra full; el color de la revancha.
Salía el sol a ver (las ray-ban azul cielo quedan bien dentro de un límite)
una detonación, a escuchar un rumor rojo escarlata.

Un tanto así de sangre
en la batidora de mamá.
Preparando el desayuno: es una manera de sentirse a gusto
sin oraciones ni esfuerzo. El despertador no suena
y el trabajo comienza a parecer de obra.

En la obra, el hombre vocifera fracciones,
escupe partes del cuerpo humano, partes de baja
y de confirmación.

A algunas azoteas desorientadas les pesa la luz.
En el parque, unos críos intercambian bocadillos y tabaco,
un pícaro gorrión le roba la cartera a una paloma.

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