sábado, 11 de mayo de 2013

invencible


Qué tierna... El trueno sostenía la palabra: qué rápida de acentos
alumbraba su vértice nativo, el sosiego inmediato
de su pronunciación. El sensato orfebre retocaba el silencio con esmero
dictaba su encanto de soslayo, afinaba su piano intermitente.
La rumba parecía a punto de estallar, a tono con alguna
definitiva ausencia.

La palabra era un nombre común, de trámite y de oferta,
no llamaba a la acción ni prometía otras realidades, sonaba, simplemente,
básicamente heraldo de una suerte contagiosa de concepto,
mensajera del reflejo inconsciente e insignificante de un movimiento imperceptible,
sonaba como rayan las mentiras el núcleo del sistema,
con la misma confianza en su única fuerza, su pureza canalla,
imbuida de torpeza porque aún no expresaba libertad.

Qué pura se sostenía en el hilo al rojo ardiente, vivo o muerto,
en la lengua viva o muerta que mascullaban los héroes anónimos
al salir del trabajo doliéndoles las manos y a las chicas doliéndoles las manos y los pies,
y a los hombres doliéndoles el corazón en un puño y a las mujeres
llenas de esperanza doliéndoles el cuerpo atareado...

Cuánto dolor a la puerta de la fábrica, en la puerta del colmado, de la maquiladora,
a la puerta cerrada del infierno del trabajo que falta. La palabra era un grito
asesinado a cerrojos, descerrajado en medio de la frente del alma,
como un pecho salvajemente herido para el beso
que reclama y obtiene su materia de amor.

O la palabra que es el nombre del padre y la familia donde puede decirse
de una vez sin adjetivos, donde nadie discute su importancia
pues que llena los platos hasta el borde, multiplica los panes
y allí se reproduce en los estantes de la vieja nevera.

Viene la revuelta programada en los parques, lucen sus mejores galas
las banderas del pueblo, gritan sus mejores palabras los jóvenes airados,
recitan el hondo testamento de los obreros muertos en combate,
la letanía extrema de las bases, como un eco pacífico
e invencible.

Qué nueva y reciente, qué interminable la palabra hecha de historia
y de fidelidad al lenguaje completo de los sueños, lengua de sonidos fáciles
partida en dos para animar al vértigo y llamar a la victoria en un solo quejido.

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