domingo, 30 de junio de 2013

¿no te parece, Helen?


No se puede articular un discurso poético a partir de un par de tacos
supuestamente transgresores,
soltó Helen enarcando las cejas con cara de circunstancias,
un tanto divertida ante la situación.

Esta vez no hubo respuesta. El poeta recogió sus bártulos argentinos
y emprendió el camino del destierro y la purificación budista.

Sus últimos escritos no habían alcanzado la excelencia
artística debida, pecaban de. Tal vez lo que Helen reclamaba de su pluma,
era un epitafio al estilo de Spoon River,
en este caso, un ajuste de cuentas con el destino,
por fin, una explicación.

            Una poesía cercana y abismal, certera pero cuántica, absurda
            pero plena de sentido, una poesía racional y mística:
            una poesía.

Tras su espantada,
en vano trató el poeta de retomar el contacto con su cariñosa némesis,
que, para su desolación, despareció entre las páginas de una novela inédita,
se esfumó como una mariposa desconocida,
voló hacia otras latitudes con mejor gusto literario,
más acogedoras.

(El tatuaje todavía incordiaba, barría para casa,
no inspiraba mucho, no era para tanto.)

Ah, ella tenía razón, siempre la tuvo,
incluso antes de que él la conociese, ella iba y venía cargada de razón
pura, argumental. Ella tenía su argumento, justo lo que a él le faltaba:
hilo conductor.

Debería manejar algún concepto -algo en mente- que pudiera ser rentable,
futurible, contable y sonable, nada pretencioso, se dijo el poeta,
algo como un plato de lentejas,
una roca personalizada,
el espectro de un famoso sentado en el sofá...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores