jueves, 19 de septiembre de 2013

medio micropunto negro


Entonces se escucha el sonido comestible de una guitarra eléctrica,
su sabor es el ácido, solo un deje a Lou Reed,
un recorrido animal, y sobrehumano.

El micropunto negro liquida la realidad
de un brochazo. El mundo se descompone
en sus elementales, las casas se desnudan, revelan su andamiaje,
su estructura que crece a ojos vistas y se levanta en brazos de la roca;
los muros alcanzan (rectifican) su altura específica,
los tejados vuelven a caer del cielo.

El sonido es tangible, oncea, gravita, deforma las zonas a su alrededor,
crea un mínimo seno en la urdimbre espacial por el que deserta
un reguero de vida, un riachuelo de lágrimas
cómicas y simples.

La risa se revienta y reinventa,
como un nuevo gesto, se opone al absurdo comportamiento habitual;
las manos son nuevas y hasta la piel refleja
otro modo de estar ante el espejo, otra forma de ser para uno mismo.

A veces el misterio es una sociedad histérica,
una comedia que viene del estómago y estalla en la boca de la persona equivocada.

El chico se ríe tanto que asusta a la niña que pasea vestida de domingo.

Al chico le hace gracia el tiempo y permanece estático sonriendo sin prisa.

Al parecer, el trayecto hace visible la fragilidad del elegido
(en tanto se trata de un viaje sin retorno),
como es natural.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores