lunes, 30 de junio de 2014

primera línea


Iba a escribirse un verso apurado y coral.
Estaba la pluma.
Estaba la luna.
Estaba el papel hermoso color avellana. La idea revoloteaba entre la tormenta de ideas de los sabios.
Los sabios intuían el poema, pero no el verso, producto de una mente insana.

El verso podía ser neumático o andrógino. El andrógino vestía un traje chaqueta e iba sin maquillaje,
llevaba un corte de pelo a lo garçon. Su pelo era tan negro que una estrella chocaba contra el fondo.
En cambio en el neumático todo era excesivo, una talla más, todo sobresdrújulo, de verano.

Los versos de verano son impúdicos y beben demasiado.

Así que iba a escribirse un verso invernal bien constituido. Justo eso.
Estaba el teclado.
Estaba el pecé.
Estaba la pantalla ultraplana y ecológica a rajatabla. La pantalla era también preciosa
y parecía reclamar un tratamiento impactante, pulsaciones, latidos con significado.
La estética del caso era puntual, puntiaguda, no pasaba por su mejor momento.
Humo que echaban las mentes prodigiosas.

Se propuso alquilar un sinsentido o un pensamiento débil y barato y luego reconducirlo, trabajar con él,
darle forma mediante una sucesión de agudezas generales. Bombardearlo con materia gris.

Reclutando a un gran poeta. Una chica muy bonita desesperadamente rubia. Oriental. Una chica africana
o afroamericana de trémulos labios temblorosos. La chica morena cruza las piernas
y comienza a pensar.
Se desata una invasión de luces, una pléyade pletórica de cirios máximos. Se encienden los incendios
que maculan el horizonte y desperdician trama. ¡Oh, fuego promiscuo! Arde.

La propiedad.
La integridad.
El valor de una palabra interminable. La poesía se agota: bienvenido el horror, el dolor, el arte.
El verso está acabado. La muchacha se levanta y se alisa la falda con un movimiento dulce.
Se toman instantáneas del evento.

Estaba allí la sangre; había tantas lágrimas.
Hay una huella, como una marca, un rastro.
El beso en el papel, una violeta por el aire. Un beso que se apaga antes de empezar a arder.




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