jueves, 16 de julio de 2015

el viaje de K


Grecia ha vuelto a asombrar a las tinieblas.
En Europa ya no quedan paredes que pintar. Ya no hay trenes que pintar, ni escaparates.

K se ha ceñido la túnica, lleva una túnica para la representación de la tragedia que nos adormece. Lleva
un rayo de sol en la mochila, algo de viento sur, guarda un verano a plazos que de noche no calienta lo suficiente.
El tren viaja hacia el sur, viaja hacia el mar y continúa su efecto,
salva el estrecho y entra en África por la puerta de atrás.

Esta tragedia se llama a pulso, se llama economía y es un punto sagrada. Los burócratas agonizan después de haber
comido tanto. Los tecnócratas agonizan de tanto reírse. La política es un globo sonda
que chantajea a los cielos, un dron manejado por un piloto suicida. La política es el arte del traje caro y la corbata
elegante, de los zapatos de trescientos euros para estar sentado. La política es un dron manejado
por un economista de la escuela de Chicago. El arte es dibujar al político en la ducha, en su casa de campo
mientras descansa y concede declaraciones a la peonia del jardín. El arte es retratar
a la secretaria de estado mientras dibuja un gato en su jardín de invierno.

Es indispensable humanizar a nuestros dioses. Creemos en el fondo monetario. K no cree. Es agnóstica
porque ha visto el dinero manar del surtidor central, ha comprobado su saldo y ha pedido
un préstamo al jardinero, que se lo ha denegado en horas bajas.

Grecia ha comenzado una revuelta. Sus poetas han comenzado una revuelta. Pero en España hace mucho calor.
Ya se sabe que en julio solo se alzan los muertos. Y los asesinos.
A los cuarenta grados el tren ha dejado de arrear. No funciona la luz, el vagón de cola ha iniciado una protesta:
exige un cambio de estación.

K fantasea su túnica barata, su piel es un trofeo, sus ojos hacen islas en el horizonte,
su risa es un mediterráneo de palmeras. Costa Azul. En Marsella gastan un curioso acento. Los mejores autores
murmuran para ella, se abren en canal el verso. Incluso se habla de un verso que ha alcanzado
las playas, ha escalado por el mapa. La idea, en castellano. El castellano es un idioma puro,
no se esconde de la felicidad, pero no es una lengua para amar. Amar así es un ejemplo sordo, apenas un deseo,
un espejo donde olvidar la voz.

La revolución se piensa en español. No esperamos a la primavera. Nadie quiere otro invierno.
Hay una chica que ondea una bandera roja. Y canta. Su voz es imposible de olvidar. Su amor es imposible,
                               pero está en el poema
                                               desde que el tiempo está en la eternidad.




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