miércoles, 2 de septiembre de 2015

nación de huesos


Nación de huesos repartida por el atlas.
Ella se desgarra,
agarra la manita de su hermano menor. Todo occidente es un flashback, el vuelco
que reluce, se retrotrae (y muere). A un tiempo de cuerdas y zapatos de cartón. Y así el mundo se reducía entonces
a llevar un par de botas apañadas, poseer un lazo de calor en cada extremidad.
Era aquel mismo arte de los constructores de templos y los maestros canteros
con la cabeza llena de arcos ojivales. Suena el órgano cada vez
que un niño es engullido por las olas, cada vez que las rocas
reciben una llamada perdida.

Las trenzas se han deshecho en el último registro. Ella se desgarra,
sujeta la manita que suda, desconfiada. Este calor es un color
de piel. Es la curva nasal o el pelo hirsuto, demasiado oscuro o demasiado eterno. Los labios que transitan
el rostro con avidez, sin risa. Una gota de agua es suficiente
para saciar el alma, una palabra es bastante
para darse por vencido.

Árboles que sueñan bosques, se enredan
en el juego abierto de las civilizaciones. Los automóviles ya no hacen gracia,
ni siquiera aquellos gloriosos títulos americanos que rodaban ausentes hacia el maldito infierno
y sus placeres. El viento se ha cansado de volar, hasta el aire
se dice que ya no importa una vida más, un año menos, una manita sucia emergiendo
del barro como un ánfora, adornando la playa con su duelo.

Ella se agarra a un estribo de luz. Sus ojos danzan por la malla feroz del horizonte. Está
autorizada a morir en un segundo plano, con los puños cerrados como piedras. Su belleza no le quita el sueño a dios
ni despierta a sus hijos. Su belleza es un cuerpo extraño
a la realidad que resplandece de neón y olvido.

En el cielo hay un espejo donde todos los besos acaban por mirarse, todo el amor desparece.
Solo su corazón resiste el clavo de la lluvia, el peso amable de una verdad
sin límite, porque solo ella ha sufrido el tormento de contemplar la vida de los otros
desde la húmeda soledad de la muerte, la sagrada inocencia de una tumba sin nombre.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores