martes, 8 de diciembre de 2015

noches largas como novelas rusas


Estajanovismo literario, producción en serie B. Érase un poeta que hacía publicidad de fuagrás
y tenía sus ahorros invertidos en bonos del tesoro: ese anarquista. Un poeta jovial.

Amanece en la Editorial, la centralita echa humo, berrean los auriculares. Por ahí está ese mundo que no ven
los agentes, ese mundo donde el cielo brilla a sacudidas
y el sol puede tocarse con las manos.

Ella viste su hábito porque no hay tiempo alrededor. El tiempo es tan extraño que traslada periodos latentes,
imágenes. Confusión temporal lo llaman. Sin poetas en la plaza mayor,
nadie emborronando servilletas en las cafeterías, nadie con libretas cuadriculadas protagonizando ignoradas decepciones,
injuriando a la literatura con máximas y sobriedades. Tan sin adjetivos
que es indescriptible; allí el poeta en casa, castigado sin cesar.

Música por todos lados, a todas horas música elevada,
derivada de algún río salvaje en plena naturaleza Walden, música salvaje para la oración o el primer verso,
el primer beso. Jessie musitando ¡hey! de aquella manera prolongada, oh, sonriendo también
un poco fuera de contexto. Los labios de la música
como en un sueño de Alicia. Dromedarios y tractores soviéticos bien engrasados en su melodía: chica encuentra chico,
chico encuentra tractor y obtiene la medalla del trabajo. Tampoco comparecen los campesinos independientes de Mo Yan,
ni siquiera los hombres de James Agee, duros hasta el centro de la tierra. La madera arde,
los niños se levantan y buscan algo nuevo que romper.

Ella viste su hábito. No hay dios. Jesús se ha manifestado en un vaso de ginebra
fría, tal vez fuese el dulce alcohol, su metonimia. Por aquí la editorial cerró sus puertas después del milagro.
Tenía deudas de miles de millones solo con ella. El arte se había condensado en un tomo y medio
de vigor expresivo tal que las monedas expandían su luz vivificante al calor de las frases
terminadas y las páginas ya ni se molestaban en disimular su emolumento,
el monumento que eran al progreso deportivo de la historia.

Así que los teletipos se desertizan en plena epopeya del calor, el cristal líquido perece, los móviles
inmovilizan a sus portadores ¡sin cobertura! (solo para el ángel y su séquito,
el ángel y su estudio corporativo, arquitectos del lenguaje). Luego, ella fríe un verso en la sartén
y el mundo se conjura, el cielo vuelve a su ser de piedra,
se reúne, y el poema depende de qué tono se lleve esta temporada sin futuro.




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