jueves, 7 de abril de 2016

tráiler


Jordan quiere despertar en un sueño despoblado, opaco, rodeada de otro sueño
vertical en un sentido muerto, sueño en caída libre,
dos metros bajo el odio. Lejos de la gente que todo lo designa y todo lo descifra: hasta los sueños, hasta el Amor.

Hay un criptógrafo empedernido que nada sabe, resguardado en su comuna. Lucha, indaga, desbroza
la literatura de imágenes capciosas, libera el verbo de su roma servidumbre. Lee como un rabino que mira de reojo
hacia la eternidad y más aún, hacia el principio del tiempo. Jordan entiende la letra de la musa,
traduce sus momentos, interpreta el ansia y se muestra
risueña y decidida. Ha completado su educación, conoce las cenizas de la biblioteca pública,
la génesis de los anuncios publicitarios que jalonan la autopista.

Ahora solo resta esperar a que el parque decida el siguiente movimiento de su naturaleza: ¿será la lluvia? Llueve
demasiado entonces; será que llueve demasiado y no hace el frío suficiente, las parejas
ocultan su cariño tras un arco de violencia. El Capitolio arde de luz suicida, un espasmo lunar entre los ojos del puente.

Ella con su ramo y su pasión; una bomba de afecto retardado que ya quiere subir,
asciende a la manera de los mártires, sabe disgregar el rango místico, su ritmo elaborado, de la verborrea
incendiaria y los poemas de lunes por la tarde. El verso cubre millas
de teatro, alza telones híbridos y anula el peregrinaje devoto de los sabios. Con su acento. Su aliento
traficante, derrotado por líquido, demacrado como un púgil del montón.

Bajo el odio, clama el amor su osadía y su calma. Es un alma deportiva que se nutre de informes reservados,
delaciones, cautela. El alma colectiva de la mayor parte del estadio
en un estado crónico, monotemático, el espíritu en armas, más rápido que una exhalación sin equipaje;
fuera del conducto, harto de boca. Un episodio de cansancio acusado,
como de andar por el campo a dentelladas, de pronto aparecido y tan ajeno a la mecánica del pueblo (y a su genealogía).

Cabe soñar con una superficie intacta rodeada de cielo, vertical
en un sentido exacto; una declaración del paraíso en directo desde el parque universal, donde el silencio
impone su eternidad al mundo y nada existe, ni siquiera una promo de la realidad.



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