viernes, 26 de agosto de 2016

instrucciones para echar a andar después de muerto


Aaliyah ha muerto; reveses que compiten por el drama, sustituyen de pronto a cualquier
tiempo feliz. La luz transige mal con los excesos de la fatalidad, suele
acobardarse, se inutiliza y graba clases de penumbra, portentosos clips a proa de la realidad. La Zona se tensa
como un reloj sucio: marca la historia a contrapié y siempre
olvida el último suspiro. Reluce la carpa, la gente llega y se adocena, saca libros
que no se acuerda de leer. Los títulos de cargo son: el lazarillo de tormes y la eneida, qué le vamos a hacer.
Es el enésimo esfuerzo de la intelectualidad por resultar asequible,
romántica (también). Las palabras de mueven en otra dirección cuando la música
trance se apodera del cuento. Hay que rebuscar.

Otra Princesa como ella, doblemente ella, hay que escrutar la realeza,
su profundidad de campo. Adoptar una estrategia y un axioma. Lo correcto es vigilarse,
comportarse como un protagonista de relleno, con esa simpleza apabullante. Sucede que las palabras
son tan largas que asumen un rol insuperable que no les sienta bien,
compiten con ventaja en según qué circunstancias.

El Rap dificulta la ensaimada, todos se preocupan por el cadáver de moda –dice Nas– y su estilo, su forma
de hacer las maletas con elegancia, sus zapatos de gamuza ful. Que si bailaba con un cigarrillo entre los labios,
llevaba un collar de mariposas de oro. Al Rap lo llevan entre muchos,
su féretro apesta a resignación o es un encanto que solo incumbe al mesías y su guerra
fatua. De costa a costa salpica una ráfaga de soul. Ahora es un escándalo.

Este día es un Escándalo en el parque. Los pájaros caen como témpanos de hielo, así,
exactamente como dijo el profeta (uno de ellos). A los chicos no les gusta celebrar,
acuden indignados y distintos, enormes fuera de la cotidianeidad, dragones hasta las cejas, augurios formulados por el druida;
no admiten el ritmo que no da de comer, la sed que provoca. Hasta se sacan del bolsillo
un libro de bolsillo y gesticulan al gusto del volumen pelado, aprenden
idiomas para traducir a Emily, esto es, se relamen de pincharla en su lengua materna como escritores nativos.

(Al parecer) Jordan ha recogido el guante de la especie, una especie de guante que no pesa nada
pero abulta como uno de boxeo. Esa multitud a la espera, dividida en clanes que se estorban por los siglos.
En general, atrae su austeridad, ese peligro inmanente, su voz casi real. Los bloggers toman notas y miran a cámara,
preguntan y miran a la cámara averiada. El mundo se ha estropeado
porque Aalilyah ha muerto en su mínimo espacio, el espacio infinito entre la rosa y el fuego, entre la hierba y el sol.
Y no hay libro que eche a andar de esa manera.




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