martes, 11 de octubre de 2016

hervidero


Se sobreentiende el poema, dan ganas de cerrarle la boca
de una patada en la boca. El poema no hace falta, de ahí su pureza;
divulgadlo sin ganas, dramatizad el lenguaje hasta que el llanto aspire a la coherencia
sintáctica. Es tan necesario para la vida: vivid sin él;
sin el poema, ¡morid!

Nunca seréis testigos del milagro de la vida, el milagro prosaico que inspira tantos siglos de fortuna
(reducidos a un tenso soliloquio sobre el atardecer del realismo). Ah. Os faltan
paciencia y seriedad, el ápice o el lápiz adecuado
contemplando el papel como si de una pirámide se tratara, como si fuera
la tumba del escriba.

Jordan ha escrito un poema en inglés con frases largas y pausas para salir a fumar. Mucho
fuck y mucha weed. Lo han recitado descalzos sobre el césped
ciertos rapsodas universitarios, anteriormente conocidos como alumnos,
mientras otros cuantos hacían guardia en la azotea. Jordan lo ha recitado –dejándose la mitad por el camino–
en una guardería abandonada.

El poema contenía un tercio de la historia
verdadera: cómo se echó a llover, y no paraba. Un diluvio después de todo,
nubes como desproporcionadas rodajas de salami, nubes jupiterianas condensando
toneladas de penumbra; luego, un rayo de sol digno de ser grabado en los estudios del clima,
bases para la zumba del rap.

Cuántos niños del barrio aprenden humanidades junto a la muchedumbre del silencio. Aquí,
un anciano silencioso es lo más parecido a un maestro, un crío
reservado, lo más próximo a un ladrón. El silencio se traba en el ambiente, sube a los árboles maduros, seca la hierba
y se redoma en lo más hondo de la música. Las muchachas lo confunden con el cine
mudo, como un cielo que pudiera leerse de corrido en plena noche,
una llama en el escote de la luna.

Jordan acaba de aprender el amor, se lo ha fumado todo con un trago de bourbon,
¡qué tragedia! Versos enconados, dispuestos al combate; un espejo de algodón de cara a la pared. El cuerpo no sabía nada, el rostro hacía muecas contra la inocencia,
una sombra mal contada aprovechaba el tirón comercial del primer beso sin futuro.




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