sábado, 7 de enero de 2017

en otro mundo


Tiendas en otro mundo. Jordan no compra. La felicidad ya no consiste
en un vestido de verano, azul como si el cielo,
negro de no ver más. La felicidad ya no consiste en disponer del tiempo y sus velocidades, no es un regalo
envuelto en la codicia del papel moneda, no brilla como un recuerdo
ni acaba de incendiarse en la pantalla plana del televisor.

El orgullo planea sus desaires, se plantea un espectáculo constante
para olvidar su eternidad prestada. El amor cuelga de las farolas. Tres días pasan
y las nubes agilizan su deserción total. El jilguero se ha posado en el hombro de una estatua, desde
allí, su colorido asombra como una nariz de payaso en mitad de la noche. De compras, no. El vestido aparece colgado
de una farola, es rojo y se inflama, ¡oh! y mirarlo durante un rato
debilita, consume. La parte de altura correspondiente a la salvación está ocupada
por un ángel indiferente, su voz es grave pero natural, asusta
(naturalmente). En la canción del ángel, Jordan ha descubierto al fin una palabra comestible, apetitosa,
bien dorada en el horno.

Joyas sobre la piel del aire, así se ven las gotas de lluvia
ofreciendo su perfil romántico, hechas de aurora, verticales. La familia determina su noche mágica:
elige una estrella, para empezar.

Niños que cargan fuego sobre sus espaldas frágiles, cargan con el peso de la desarticulación social; el carbón
necesario, la leña providencial. Roban el miedo de los animales y se lo pasan unos a otros
con la mirada baja, es una extracción desesperada. La música compone un racimo de experiencias
demasiado sensibles, es tan adulta, vuelve a correr como en las navidades del año dos mil
(más o menos), cuando los perros ladraban a la luna de los astronautas
y la gente mayor era joven todavía.

Aquí está Jordan, de compras por la autopista de la confusión, corroborando. El zoco es la meca de las pesadillas;
hay un sueño para cada infantilismo, para cada sueño cuelga del árbol una cabeza diminuta
que saca la lengua o pide agua. Los juguetes están de moda otra vez: un cuchillo, una tarta de goma,
una bala de goma manchada de sangre, un espejo roto en siete realidades. Al fin todos hacen su negocio,
son tratantes y ventilan presas adormiladas, ramos de sed. La luz se mira en el escaparate
y solo ve una flor crucificada: al mejor precio del mercado.



Matt Black

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores