lunes, 13 de febrero de 2017

contemplad


Como la gente se muere en el campo
y no porque haya guerra. Aunque
haya una guerra mundial de todos contra uno:
es la guerra relámpago del parque (una cada vez). Bah, se aprende a respirar, al fin se ubica un ritmo cardiaco
adecuado el devaneo sensorial. Los acontecimientos fermentan o implosionan, no existe un proceso lógico
que derive en la realidad, el proceso, sin embargo, deriva de la realidad y la magia que parecen
impregnar el conjunto de las situaciones, el pensamiento abstracto de la mayoría,
la genialidad de los genios y la intensa obra expuesta en los arcenes (simple naturaleza muerta).

Al parecer, el mundo sigue ahí,
permanece a la espera de un milagro que sobreviva a la noche; si el día de mañana ha llegado con sus hoces a la espalda
y sus balcones amargos, su sol azul atrapado por el viento.
Trucos para hacer felices a los ángeles, engaños ideados por magos de la infancia. Contemplad
la historia de este mundo, ¿qué paso cerca de Minsk y sus aldeas que no hubiese
ocurrido antes una y mil veces?

Hablar del trauma o no hablar en absoluto, distraerse con el paso de los aviones comerciales, su despegue
incendiario, el ruido visceral de los motores tan semejante al de la destrucción.
Recordar el momento y la voz, el frío y el instante, el peso de una moneda en el bolsillo
o la fragancia ignorada de una flor incandescente.

En el barrio, Jordan ha conocido a una chica que viste de blanco como (si fuera) una virgen
de quince años; las dos juntas miran los escaparates vacíos hasta que un resplandor irrumpe en la vitrina
más alejada del deseo, que se inunda de flores
inusuales, gente menuda de la fantasía. Claro que hay un enfermo persistente –¡qué enfermo si está muerto!,
¿no habrá que llamar a las cosas por su nombre?– que no tiene remedio pero anda, se levanta
de pronto con el alma prendida de un hilo de luz y camina despacio
hacia su clara sombra, hacia sus ojos de metal huido y sus manos envueltas en pañuelos de sangre.

Dios está en excedencia desde el primer segundo de la creación; el universo lo diseñó un autómata alterado
genéticamente: cuestión de tiempo. Incluso los ángeles son ahora felices sin oraciones,
rodeados de tumbas y cadáveres frescos, tan humanos como tartas de cumpleaños, rosas dulces
encargadas por mamá poco antes de comprender que la fiesta se ha aguado para siempre y el cielo ha volado por los aires,
que las campanas doblan por un solo beso
y las cruces ocupan el espacio infinito de la desolación.







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