lunes, 8 de enero de 2018

destiny


Lo primero será una estrella que brille
sobremanera. La poesía viene después, detrás, con la cola del vestido en llamas,
sin aliento. Destiny piensa ahora en su imagen, la mujer que sonríe, el ser que llama a la puerta
de su mente. Recuerda que hay una conciencia compartida y estar
viva no es la meta, simplemente sucede
y permanece.

Los ángeles acarician pensamientos desnudos, desafían a su naturaleza. Existe una línea que atraviesa
noches primordiales en un microsegundo, salva abismos
incesantes, pone en contacto espíritus y ondas, partículas y zonas
absolutas de la creación. (De forma que el rubor de los espejos, su rostro angelical, ¿cómo es posible!).

Cualquier estrella, en el momento
presente, fulge sobre una dimensión de hierba (dentro del parque), alza la voz,
arde como un día de verano e inspira oleadas de inocencia. El nombre de la estrella es.
Destiny es el nombre del ángel, su nombre en la poesía.

Las almas ceden paso a la semilla del arte. Vestigios de luz polar cercan la idea
pura, pura inteligencia modelada en el vértice del universo, palabras condenadas al breve silencio de los árboles. Milagros
fruto de la monotonía, enfermedades místicas y otros parabienes; en el cuadro,
languidece la experiencia: un zorro de cola roja cruza el lienzo –visto y no visto– en un parpadeo,
la cámara capta el dudoso instante, plasma la fuerza, el estilismo y la degradación. El milagro
es esta página en blanco, una nevada bajo techo (o su función lunar).

Más tarde hablaremos del futuro; Destiny sabrá que el poema le habla desde el otro lado,
que siempre hay otro lado, otro motivo, otra historia abrazada a la tierra. Y que la soledad es un comienzo
que no tiene principio
ni fin.


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