domingo, 4 de marzo de 2018

es el amor de hoy


Nótese: la pomada de sus labios, el fulgor inanimado de su alma.

Destiny frecuenta tugurios celestiales infiltrados de noche, una oscuridad orgánica. Hay escaleras,
subterráneos, estaciones clandestinas, gente que excava
con cucharas, con las manos; gente joven que lo ha visto todo, ha visto:
las bibliotecas, los penales, las torres blancas.

En el Parque, una torre inversa que distribuye el tiempo y colorea la superficie del mar (el que se piensa). Animales
que aman con solidez. Las personas agazapadas de siempre. Un músculo
giratorio al que se llama Sol, una tierra quemada que se bebe la hierba. El lugar del milagro
es cualquier punto donde no haya justicia
(o no haya luz). El modo del milagro es cualquier modo, una barbaridad, un balbuceo de palabras mágicas, un silencio
carcomido de silencio. Destiny se bifurca, su belleza trasciende un plano
existencial tras otro, es el amor de hoy y el de mañana, la música que enciende los motores de un día de fiesta,
la bandera de dios.

Nótese: la pureza de su nombre.

Las nubes tienen apellido, la hierba se pronuncia en el idioma de las grandes praderas, el humo
es un bálsamo. En el sótano gigante, habitaciones enormes
donde se interroga al mundo, hilos de sangre como arroyos de montaña, estrellas
declaradas en ruina. El dédalo infinito de la conciencia. Allí, el ángel experimenta una dulce sensación de humanidad, el frío
ecuánime de la naturaleza, sus alas forcejean con el viento y producen
metáforas de intrincado volumen, clases magistrales de supervivencia infernal.

Destiny ha sobrevivido a: 1 paraíso en llamas, 1 melancolía exasperante,
1 eterno trámite administrativo. Su boca está preparada para el último trago (el beso es el mensaje) y el verbo
estacionario, también para el discurso del éxodo. Relee la estela de su primer vuelo terrestre, los ojos que se ven,
las manos que se ocultan, pensamientos como sobras en la mesa del padre.

Nótese: qué ferocidad del universo.


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