lunes, 23 de abril de 2018

una idea del mar


Jordan, ¡despierta! Hoy nadie te hará daño. Será un día de viento, las calles
recibirán tus pasos de gacela. Y llevarás un vestido de gasa blanco como las plumas del sol, asaltarán tu boca
vendimias y canciones, tus manos
llenas resbalarán por un manojo de rosas.

El Sol ha prometido morir despacio. ¡Shhh, escucha!, la hierba tiene una forma de llorar; el paseo dura un instante
sobre la piel del mundo; en realidad, la tierra queda siempre bajo la tierra donde los Ángeles entierran sus cadáveres:
cada vez uno distinto, y cada vez más muerto. Destiny
excava con las uñas mordisqueadas, negras del humus y la vida, dirige
los acontecimientos con un pulgar hacia abajo; oh, luce tan bella en la quietud del templo,
dubitativa y segura, su cuerpo de marfil, su rostro armado de ceniza y cobre, sus labios.
             De sus labios escapa una nota (otro silbo derramado) plena, en ellos anida un bonito jilguero. Ahora ha rogado
por alguien diferente para que el cielo lo deduzca desde la inmensidad de su altura, lo identifique por su padecimiento.

Así que Jordan sale de casa, que es como salir del cascarón, como arrojarse al vacío,
vadear un campo de amapolas, y el clima se esfuerza en simular para ella un constructo
novelesco y (por tanto) árido, pero llueve con la exacta cadencia de la lluvia que se aguarda prevenido
tras un libro valiente o una idea abstracta del calor que hace (o una idea del mar).

Se ha decidido que el Ángel sea el brazo poderoso por excelencia, que no hay derecho. Se han enviado
mensajeros urgentes a los cuatro extremos del oriente, a las cuevas y los bares del fondo y hasta al hipotético bastión
de la avenida. El poeta ha concebido un reto: el canto estupefacto –una cuestión alarmante–,
ha recurrido a ese llanto inconsciente que se le daba tan bien; su obra
no pretende sino la calificación despectiva, el puro calificativo del éxito rastrero.

Contagiada de belleza, el alma de Destiny agoniza en la encimera de su cubil humano, ha pedido
prestada una pizca de amor y algo ha sucedido. Jordan pasaba con los ojos en blanco, con su vestido blanco; entonces
ha estallado el contraste y la piel se ha desprendido en el espejo, dulce manto de estrellas,
como si fuera el aire y no la luz. O el alba fuese un sueño de verano.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores