miércoles, 11 de abril de 2018

una verdadera reliquia


Elegid un protagonista indiscutible, alguien tan distinto,
indistinguible del medio, camufladlo entre la fronda lenguaraz del paisaje literario. La novela
es el quid de la producción estilística, en ella se destruye/
destituye la posibilidad de alcanzar la introspección real, los arquetipos novelísticos
fallan y se destronan, su afán por desligarse de la pluma los convierte en seres invulnerables,
el deseo eterno de desquitarse de la soledad prosaica y su miseria
programada vacía de secretos la conciencia de los grandes personajes.

Solo la poesía con su actitud vivalavirgen y su aconfesionalidad es susceptible de acoger
astutas modernidades aproximadas a la estipulación de lo existente, verbigracia: Jordan. Una heroína fresca,
fresa, romántica en extremo y hasta el paroxismo edulcorado de la festividad. ¿Qué sabemos de ella?
Nada. Todo. Lo imprescindible, lo insuperable: lo suficiente. Tenemos un libro
de poemas que acordona la zona muerta –la banda schrodinger–, la luminosa escena del agravio
creativo.

La diferencia entre el Parque y este mundo es la extensión. El Parque es más extenso.
Tenemos un paraninfo y un mirador, una avenida insistente y un taller
de reparaciones. Hay polvo suspendido cuya concentración se mide en gramos por habitante. Hay una luz
emparedada que propicia apariciones y espejismos arenosos.

Solo la poesía gorda, el trueno. Jordan sabe más de lo que creeríais; es conocedora. Su ciencia
equivale a un desorbitado número de casualidades, su lengua merece la orden del pánico (y esquiva los pronombres).
Su verbo es tentativo, irrefutable, ha hallado una concreción y la reparte,
disfruta donde otros ahondan la sepultura del genio, su gimnasia es revolucionaria; sus barras
oscilan como renglones atigrados.

No se puede hablar de lo que no se puede: ni siquiera en el sacro poema vehicular (ventricular). Las ramas
han reverdecido, átomos que no se hablan, fuerzas comprometidas que arrojan sus campos por la borda. Un chal raído
basta para evocar la pérdida de la inocencia. La historia trata de un lugar en el sur,
otro en la costa de marfil, otro en una isla portuguesa. La historia es un cincuenta por ciento memoria, un treinta por ciento
literatura y un veinte por ciento historia sin contar. Elegid una persona y acotadla en el tiempo:
dadle unas líneas de diálogo, una causa,
procurad que no se os meta por los ojos, que de su sombra emerja un verdadero signo del pasado.



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